Por Juan Rodriguez Flores
La ciencia-ficción ha sido, desde la misma fundación del arte cinematográfico, uno de los temas favoritos de públicos de todas las edades. Como todo lo que comienza, desde las épocas del francés George Melies, hacia finales del Siglo XIX, su evolución no ha sido tan constante y estable como en la literatura. Esto ha sucedido porque la tecnología ha estado rebasada por la imaginación de los novelistas, ya que estos solo han requerido, un lápiz, una maquina de escribir o una computadora para dejar plasmadas las visiones futurísticas que les inspiran sus propios sueños y fantasías acerca los misterios que encierran soles, estrellas, galaxias y sistemas planetarios que hay en el Universo.
Debido a esto por mucho tiempo se aseguraba, categóricamente, que las películas de ciencia-ficción jamás podrían equipararse, y menos superar, a los libros originales que les sirvieron de base.
Semejante afirmación fue aceptable durante buena parte del Siglo XX. Y es que salvo honrosas excepciones (2001, una Odisea Espacial, Blade Runner y Alien) la literatura de autores de ciencia-ficción siempre fue mas rica, audaz y disfrutable que los intentos realizados por los cineastas de Hollywood y otras industrias fílmicas del mundo.
Actualmente las cosas han cambiado ya que los vertiginosos avances experimentados por las tecnologías digitales, en todos niveles, enfrente y detrás de las cámaras, han liberado a los directores y guionistas de las limitaciones que impedían el desarrollo de su potencial creativo. A tal punto que no resulta desproporcionado asegurar que, en 2021, año por el que estamos pasando, muchas películas son capaces de superar sus orígenes literarios. Y solo es el principio.
Con Avatar James Cameron dejo plena constancia, para quienes dudaban, de que en el cine el futuro ya esta aquí. Así lo prueba Avatar2