Redacción de Martín Lazzarini. Entrevista cortesía de Pina Armentaro
JORDAN BELFORT, el autor de «El Lobo de Wall Street», historia que llevó a la pantalla Martin Scorsese y Leonardo Di Caprio, recorre el mundo para compartir los secretos de su éxito, y comparte sus sueños de un hogar feliz que ahora comparte con la actriz argentina y emprendedora Cristina Invernizi.
«Hay un pueblo en Francia llamado Belfort» anuncia el hombre de ojos azules penetrantes, en una entrevista realizada por la entrevistadora Pina Armentaro. El dato no es nada más otra prueba del crisol de razas que es Estados Unidos, sino que es una marca de alguien muy consciente de la incongruencia de sus orígenes. Porque uno suele pensar de lo francés lo que los franceses quieren que pensemos de ellos – la elegancia, el cuidado artístico, la precisión – pero un descendiente de franceses en Nueva York enfrenta otra realidad.
En la «gran manzana», el descendiente de franceses es parte de una tradición distinta, de trabajadores que vinieron a «hacerse la América», no muy distintos de los inmigrantes italianos, apenas por encima de los anteriores inmigrantes irlandeses, todos ellos considerados intrusos para el estatus quo británico, sueco y alemán que poblaba Estados Unidos desde el siglo diecinueve.
Como demostraba el director Martin Scorsese- el mismo que luego llevaría la historia de Belfort al cine -en «Pandillas de Nueva York», la historia de Estados Unidos no es la de una civilización europea, educada, abriéndose paso entre la selva. Por el contrario, los inmigrantes europeos aprendían a destacarse casi a los golpes, en un mundo donde la prepotencia y el poder financiero suplía la ventaja aristocrática y los títulos nobiliarios.
«De niño oía que Argentina era un país muy rico», confiesa el emprendedor, para satisfacción de su actual pareja, que lo acompaña en todos sus viajes, Cristina Invernizi. Según Jordan, «cuando eliges una compañera para toda la vida tienes que elegir muy bien».
Belfort, autor del best-seller «El Lobo de Wall Street», donde el devenido paladín de las finanzas revela todos los secretos de su vertiginoso ascenso y su espectacular caída como especulador financiero, lleva décadas viviendo una vida completamente distinta a su fama.
Asesor y conferencista muy buscado en todo el mundo, Jordan logró tornar un pasado bochornoso en una fábula inquietante, luego convertida en extravagante gracias a la reinterpretación del cineastas más eximio de Estados Unidos, Martin Scorsese, junto a una de las figuras más carismáticas de las últimas décadas, el actor Leonardo Di Caprio, en el papel de Jordan Belfort.
Jordan parece sentirse en paz con la idea que su nombre conjura un personaje cinematográfico que se ubica en el mismo pedestal de la iconografía neoyorquina, junto a leyendas ficticias como Michael Corleone y Travis Bickle.
Como en muchos momentos de su vida, Jordan ha exorcizado en su best-seller sus aciertos y sus desgracias, mucho antes de la película del mismo nombre. Esa perspectiva lo ha convertido en un gurú muy requerido por los emprendedores de todo el mundo.
«Me enseñé a escribir un libro y ser muy brutal conmigo mismo», confiesa Belfort como una de las claves de su éxito después de una caída – fue arrestado por el FBI debido a sus manejos financieros – que para muchos los hubiese arrumbado en el ostracismo. Belfort cumplía una sentencia de cuatro años por lavado de dinero cuando tuvo la suerte que su compañero de celda fuese el famosísimo comediante Tommy Chong, que cumplía una ridícula penitencia por posesión de marijuana.
«Tommy me impulsó a escribir mis memorias», repite Jordan, encantado. El libro requirió dar todo de sí mismo. Sin experiencia como escritor, Jordan decidió no dejar nada sin decir. Su brutal honestidad hace del libro un best-seller que pronto llamó la atención de la compañía de Leonardo Di Caprio, que después lleva años queriendo realizar la película. Jordan creyó en las intenciones de «Leo», a quien ahora considera su amigo, y tuvo paciencia mientras intentaba llevar el proyecto a buen puerto, consciente que a veces realizar el esfuerzo es toda la satisfacción a la que uno puede aspirar, y que es mejor no esperar nada más allá del trabajo constante.
«La gente a veces no se da cuenta cuánto cuesta hacer algo y ven nada más el resultado sin advertir lo anterior. Por otro lado tuve mucha suerte. La vida en muchos aspectos es suerte pero también esa suerte depende del trabajo duro. Hay que trabajar muy duro para después generar esa suerte. Y tuve la suerte de poder elegir quién haría mi papel, porque hubo un par de actores importantes que querían el rol. Pude elegir y me fui por Leo, que fue una gran elección. Porque uno nunca sabe y el riesgo siempre existe. Al fin y al cabo las estrellas hacen un montón de películas muy malas y en una de esas, la mala puede ser la tuya. No es fácil hacer una gran película. A veces el libro original es buenísimo y la película es horrible. En este caso tuve suerte».
Si Jordan prefiera hablar de suerte, la tuvo en creces. El adaptador del libro, la persona que advirtió el valor del best-seller y quiso llevarlo con la compañía de Di Caprio, fue nada menos que Terence Winter, el creador de «Boardwalk Empire» con un pedigree como guionista envidiable, que puede rastrearse hacia el equipo original que escribía «Los Soprano» junto a su creador, David Chase.
Jordan se mantiene en contacto con muchos de ellos, a quienes encuentra mientras recorre el mundo dando conferencias.
«Lo vimos a Leo hace seis meses, en el verano. Y me dijo, “nunca voy a hacer otra película como esa. En todos mis años nunca lo vi a Martin Scorsese tan feliz en una filmación”.
Para Belfort, el cambio en su vida como autor y conferencista significó dejar atrás otra manera de vivir. El Jordan del presente es alguien que valora el dinero pero no como algo por encima de los valores humanos. El autor entiende que esta nueva forma de ver la vida fue fundamental en la elección de su nueva pareja.
Belfort conoce a Cristina de casualidad hace un par de años, justo antes de la pandemia, cuando la actriz argentina había inmigrado a México por trabajo y Belfort pasaba por Guadalajara para dar unas conferencias.
Lo primero que le impactó fue que Cristina era «una persona linda por afuera y por dentro». Jordan admite que la argentina no se dejaba encandilar por su presencia, pero al mismo tiempo estaba dispuesta a abrirse emocionalmente, a aprender y compartir vivencias.
«Mentiría si dijese que la belleza física no fue un factor importante, pero además sus valores y su forma de comportarse eran casi igual de atractivo».
Cristina rechaza pasar el fin de año en Estados Unidos con Belfort y en cambio es Jordan quien se traslada para compartir las fiestas con la familia de su nuevo amor, hecho que terminó de flecharlo.
«Disfrutamos mucho estar juntos, hacer proyectos, divertirnos», afirma Cristina, que ahora persigue su carrera como actriz y emprendedora desde Miami.
La felicidad del viejo lobo de Wall Street ha sido que Cristina le permite unificar todos los elementos de su familia pasada. «Tengo dos hijos biológicos y un hijastro de otro matrimonio, que adopté en un momento dado. Son increíbles, aman a Cristina y nos llevamos muy bien. Y probablemente tendremos más hijos», asegura.
El suceso como autor de un best-seller significó un cambio fundamental en su vida, para bien, que fue no descartar los instintos que lo hicieron exitoso en una vida atribulada, sino adaptarlos para una vida más satisfactoria.
Jordan lo explica así: «uno de los errores que la gente comete es pensar “¿debería intentarlo? ¿y si fracaso, qué dirán?” Y creo lo opuesto. Tengo un enorme respeto por la gente que comete errores pero están dispuestos a trabajar duro para recuperarse. No importa si uno fracasa en algo en tanto uno intente dar lo mejor de sí».
Cristina, además, es una mujer con los pies firmes en la tierra.
«Toda mi familia está en bienes raíces en Argentina y también estudié para martillera y corredora pública. Es uno de mis proyectos hacer algo en bienes raíces. Creo que hay un gran mercado en Miami y en Los Angeles, donde vivimos antes. También soy actriz. Toda mi vida tomé clases de actuación, haciendo cosas. Es mucho trabajo porque no siempre es fácil, y menos en inglés, que es mi segunda lengua, pero acabo de empezar a hacer audiciones en inglés».
Por ahora, Cristina acompaña a Belfort en sus conferencias que da por todo el mundo, y ha escrito un libro que será publicado en junio de este año. Aunque disfruta de sus conferencias, las horas de vuelo pueden ser un problema. «El otro día me di cuenta que pasamos cincuenta horas arriba de un avión en un lapso de siete días. Por eso cuando vamos a un lugar prefiero ir antes y pasar dos días para disfrutar del viaje y divertirnos, en lugar de llegar para trabajar e irnos”.
Belfort sigue en contacto con el mundo de los administradores de dinero, lo que significa que una pregunta sobre la última vez que vio la película de su vida deriva en una anécdota increíble, de estar viéndola en un yate de lujo pasando por el mismo lugar donde ocurre la escena del temporal de alta mar en la película.
«Y momentos después nos agarra otra vez una tormenta enorme. Muy cerca del mismo lugar. Por suerte este bote era muy grande y no se hundió, pero fue esas cosas espectaculares que ocurren, donde te encuentras en el lugar equivocado, en el momento equivocado».
Jordan lleva un cuarto de siglo libre de adicción a las drogas, aunque reconoce que algunas de esas viejas amistades siguen atrapados por esa vida. Belfort convive con esa contradicción porque se siente un superviviente y asegura que esa clase de experiencia te despoja de prejuicios para juzgar a los demás con dureza.
«Las drogas son como un privilegio, que alguna gente puede tomar pero si abusas de ellas, pierdes el privilegio. Algunos pueden usarla poco y no les afecta. Yo no digo “no te metas drogas” porque es un consejo inútil, pero si les advierto “sé cuidadoso” porque el consumo puede incrementarse de repente. Y en el momento más inesperado se vuelve un problema. Por eso es mejor evitarlas, pero es un juicio al que tiene que arribar cada uno por separado».
El placer de Jordan actualmente pasa por otro lado. «Yo disfruto siendo un hombre de negocios. Me gusta eso mucho más».