Por Martín Lazzarini
+ ¿Qué significado tiene presentar un jurado ‘femenino’ en el festival más famoso del cine? ¿Presagia un cambio de época o son señales de virtuosismo de una industria en decadencia?
Es injusto adjudicar a alguien la representación de un grupo o un momento, ni como símbolo de un movimiento. Pero son casi siete u ocho años- según como se lo cuente -de la revolución social del «#MeToo» y la presentación del jurado para la edición 2024 del Festival de Cine de Cannes parece la coronación del movimiento, nada menos que en territorio francés.
Dejemos de lado incógnitas de porque la identidad francesa tan atada a los derechos universales o a la «nouvelle vogue» de medio siglo fuese tan reticente a aplaudir el nuevo feminismo. También ignoremos que esa reacción a la presidencia de Trump ya es un movimiento de invasión sin pausa a la mayor cantidad de puestos de autoridad pretendidamente masculinos posibles, y que aún así estamos en las vísperas del posible regreso de su factotum a la presidencia de Estados Unidos.
Observaciones descartables por ‘machistas’, y difícil saber quien lo organizó, pero tal ves por eso la presidenta del jurado, Greta Gerwig, se fotografió junto a Lily Gladstone, Ebu Ceylan, Eva Green y Nadine Labaki, en lugar de con la otra parte del jurado- J.A. Bayona, Pierfrancesco Favino, HIrokazu Kore-eda y Omar Sy. Seguramente existe alguna foto con todos.
Lo indudable es que en el espectáculo el éxito lo justifica todo. Sofía Coppola o Ava DuVernay podrían haber presidido el jurado, teniendo en cuenta que Clint Eastwood, estrella desde 1968, no presidió Cannes hasta 1994, o Francis Ford Coppola, ganador del Oscar en 1972, lo hizo en 1996, lo mismo Steven Spielberg, hasta el 2013, un año adelante de Jane Campion, presidenta en 2014.
Una cineasta con tres películas puede sentirse a contramano de esa tradición, y tal vez ése sea el mensaje, aunque no cualquiera es nominada al Oscar por su ópera prima («Lady Bird») ni su tercera película es la tan taquillera que es considerada como la revitalización del cine mismo después de la pandemia.
La narrativa para los medios, entonces, es que ya Cannes no aprecia una larga trayectoria sino la representación de algo nuevo, sin decirlo en voz alta, aunque Gerwig lo indicó, al hablar de la falta de un porcentaje mayor de mujeres en el cine.
¿Qué haríamos, entonces, con los planteos de ‘otras épocas’ como Jane Campion? (Ya lo sé, su «The Power of The Dog» es del 2021, pero sígame el razonamiento) de nada más exigirr igualdad de oportunidades? Y en el peor de los casos, ¿no es predecible que un grupo ‘oprimido’ por así decirlo, responda con el mismo ímpetu con el que fue cercenado? ¿No es una violencia virtuosa, en ‘la dirección contraria’ el nuevo entendimiento social?
El único problema de esa teoría sería olvidar- cuestión de historiadores y arqueólogos del cine en el nuevo museo de la Academia -a las primeras estrellas taquilleras del cine. Que nadie ‘dirigía’ a Mary Pickford, que el deterioro del nitrato no deja rebatir a cada Katy O’Brian- la nueva estrella de «The Mandalorian» y «Love Lies Bleeding» -con el coraje de Helen Gibson, ni medir el entrenamiento de toda una vida en artes marciales con el ímpetu alocado de Helen Holmes de tirarse en un tren en movimiento.
Habría que ocultar el nombre del «Talmadge Building», la primera torre de edificios al oeste del Mississippi, creada para atraer a la estrella indiscutida del cine, cuando los actores eran sus propios estudios. La de Joseph Schenck, quien erigió ese edificio para atraer a Norma Talmadge a Hollywood, era una relación desigual de la época, porque Schenck trabajó para Talmadge y no al revés, como Carlo Ponti trabajó para Sofia Loren, y John Derek para Bo Derek.
¿Es posible que olvidemos el pasado y declaremos una nueva era donde «las mujeres» deben ocupar un porcentaje determinado en el cine y en cualquier otro lugar? ¿Y si la demografía cambia? ¿O lo notable es la libertad para esta clase de pronunciamientos en el arte, más propios de un político? ¿O lo notable es darle a una expresión de deseos inocua un simbolismo político?
Nada de esto va en desmedro de Gerwig. Las estrellas que manejaron el cine mudo quedaron en el olvido por el cine sonoro y porque nadie es eterno. Greta Garbo, la hija espiritual de Nazarova y Asta Nielsen, quería hacer lo que se le daba la gana, no presidir MGM.
La vida tal vez no encaja en una narrativa simple. Tal vez las «Rosy the Riveter», de seis a diecinueve millones de soldadoras en la Segunda Guerra Mundial regresaron a sus casas después de la victoria porque nadie percibía su tarea como liberadora sino como aporte patriótico restringido a una clase social baja, o porque no es divertido trabajar y criar hijos. O porque nunca superaron el cuarenta por ciento y apenas bajó un diez por ciento en la post-guerra.
¿Será olvido u amnesia haberse olvidado que Milla Jojovich fue por una década una fecha fija del cine de acción del verano? ¿Jennifer Lawrence olvidó que protagonizó la trilogía más taquillera por años, hace apenas dos décadas? ¿Michelle Yeoh tiene amnesia de su carrera posterior a su descubrimiento por parte de occidente en «Tomorrow Never Dies» (1997)?
Lo que nunca pasa de moda es desconfiar de las narrativas de los grandes estudios y- ¿por qué no? -de los festivales. La expansión de las mujeres adelante y detrás de cámaras es bienvenida, siempre lo fue, pero tal vez sea producto del éxodo de los varones hacia el video juego, desde hace más de dos décadas. El cine siempre fue, en pareja, elección de la mujer, algo que sabían todos los cineastas y todos los jefes de estudios masculinos. También olvidemos que hay mujeres jefas de estudios de Hollywood desde Sherry Lansing en 1969.
La realidad sería, entonces, más compleja. Y así como sería muy bienvenido encontrar una mayor inserción de la mujer en el mundo de los video juegos (quizás ya existe y no lo percibimos) no necesitamos escudarnos en la idea de ‘ganar espacios’ como si el arte no fuese un recurso infinito, sino de generar nuevo arte, sin prejuicios ni pretensiones.
La gran ironía de todo es pasarse la vida como espectador dando la bienvenida a mayor participación y visibilidad de las mujeres, para de repente darse cuenta que los varones están pasando su tiempo en otra cosa, porque si el cine no es un medio para una audiencia masiva puede terminar encogiéndose de arte popular a un placer costoso y eventual como el del teatro musical o la ópera