Por Luciano Campuzano Cortesía-PROCESO
El director ingles Guy Ritchie, que nunca deja la acción cinematográfica, ha regresado con una película lírica, sobria, elegante y brutal.
Como es la costumbre, se hace acompañar de Jason Statham, su pistolero de cabecera que, aún con el paso de los años, sigue con su misma cara de piedra, carente de expresiones, pero con una implacable letalidad en el combate.
Justicia Implacable (Wrath of Man, 2021) se concentra en ofrecer testimonio de la venganza de un misterioso tipo que vigila a una banda que se especializa en asaltos a camiones de valores. En una de esas, hay una confusión que resulta en una tragedia para él, lo que desatará una cacería que lo llevará hasta el más ardiente de los infiernos de la violencia.
Y no habrá piedad para nadie. Buenos y malos caerán bajo la metralla por igual.
La producción se basa en la cinta francesa Cash Truck (2004) para presentarnos a un solo hombre atrapado en una furia silenciosa, en torno al cual hay un frenesí de disparos y muerte.
Bajo el simple nombre de H (Statham) se contrata como guardia de seguridad en una empresa que transporta dinero en efectivo de corporaciones que requieren que salvaguarden las riquezas que producen constantemente. Cuando H comienza a revelar sus inusuales habilidades con las armas, llama la atención de sus jefes y sus compañeros, que no saben cuáles son sus verdaderas motivaciones para tomar ese insólito trabajo. Y mientras desempeña su ocupación con mortal eficiencia, en una doble vida lleva a cabo una persecución que no parará hasta que encuentre a quien tiene con él una deuda enorme: el crimen de su único hijo.
El thriller es un gran rompecabezas que se recompone en fragmentos de tiempo, con una narrativa caleidoscópica, en la cual se van desarrollando eventos trágicos, desde diversas perspectivas.
En esta ocasión Ritchie ha decidido no enloquecer a los espectadores con el delirante estilo narrativo que lo caracteriza, como lo ha hecho en filmes previos con los que a obtenido resultados irregulares. Ahora no abusa de sus refinamientos visuales, que por supuesto maneja con maestría y, en lugar de eso, se enfoca en la acción, con un largo desenlace, con incesante intercambio de fuego que inevitablemente remite a Heat (1995) de Michael Mann, aunque con el sello propio del inglés.
Las traiciones son crueles en este juego de apariencias entre profesionales del crimen, altamente entrenados, que tienen que enfrentar a uno que es igual a ellos, aunque con una gran capacidad para almacenar odio y rencor en su corazón. Hay una simpatía por este guerrero herido que muestra cómo es que, en ocasiones, la revancha es una justificante para cometer cualquier exceso.
El tono es ambiguo. Aunque las motivaciones del ejecutor son desoladoras, Ritchie se permite algunas bromas que hacen suponer, por momentos, una comedia de balas. Sin embargo, conforme se aproxima el momento de la confrontación, los eventos se vuelven sombríos y carentes de humor, hasta alcanzar un clímax trepidante, que no da concesiones, y termina por atar los cabos de la historia que estaban sueltos.
El trabajo de edición es sobresaliente, para mantener coherente la descripción de hechos que se van sucediendo, entre tipos que pueden o no estar enterados del plan de H que está en marcha.
Por ahí anda, en un papel relevante, Scott Eastwood, un clon de Clint joven, aunque, a decir verdad, le falta ese factor magnético que hizo a su padre una supernova.
Para los fans del director británico, Justicia Implacable cumple con todas las expectativas que genera. Está llena de acción, algo de vísceras y mucha sangre, con excelentes coreografías, un soundtrack inquietante y un hombre indestructible, que está siempre en control.