Por Alicia Alarcón.
En una caja de cartón cupieron todas sus pertenencias. No estaba listo para dejar su pueblo Tututepec y menos separarse de sus papás y hermanos. Debía de tratarse de un mal sueño. Lo acusan del incendio que se dio en la iglesia, todo fue un accidente. Nadie le cree. Sus padres deciden enviarlo a Oaxaca para evitar un linchamiento. El aeropuerto es una caseta desolada y una mancha de asfalto, lo demás es tierra suelta. El avión de cuatro motores aparece y aterriza con dificultad.
Federico Jiménez pierde la esperanza de que su madre le diga que todo es una mentira, que lo hicieron para darle una lección por sus continuas travesuras, que mañana regresará al campo a trabajar junto con su burra, como lo había hecho el día anterior. Les repite lo que les dijo una y otra vez en el camino. “En Oaxaca los mestizos no nos quieren a los indígenas.”
Un absoluto silencio es la respuesta. Su padre lo sorprende con un abrazo a manera de despedida. Federico piensa que a ese abrazo le seguirá un perdón por las tantas palizas que de manera injusta le propinó de niño y que continuaron en su adolescencia. En lugar del perdón esperado lo que escuchó fue una sentencia. ¨No vuelvas en mucho tiempo.¨
Su madre también lo abraza y le hace más recomendaciones. ¨No me causes más vergüenzas; pórtate bien y no dejes de escribirnos.¨ A sus 14 años, Federico nunca había salido de su pueblo, desconocía lo que significaba vivir en la gran ciudad lejos de sus padres de sus hermanos, de su hermana Dolores que ya extrañaba.
Muchas cosas le ocurrieron en su peregrinar solitario en esa ciudad donde los indígenas eran discriminados. Al final, encontró un empleo en el Mercado Benito Juárez, el dinero le alcanzó para las tres comidas y pagar por un espacio para dormir. Realizaba todo tipo de tareas, desde limpiar los pisos, acomodar la mercancía y ofrecerla a los clientes.
En ese bullicio, en el entrar y salir de hombres y mujeres, los más querían comprar, pero otros venían de lejos a vender su mercancía. Indígenas de distintos pueblos de Oaxaca llegaban con sus bultos de textiles, de rebozos, de prendas típicas de su región: Camisas bordadas con figuras de flores y animales, faldas estampadas de colores brillantes, blusas de escotes cuadrados, las mangas adornadas con listones multicolores.
La barbarie con que fue tratado de niño y el menosprecio que recibió en su adolescencia y juventud en una ciudad donde consideraban inferiores a los de su estirpe, dio origen a un deseo inquebrantable de triunfar. Federico aprendió a edad temprana el oficio de la orfebrería, la cual perfeccionó después cuando emigró a Estados Unidos.
El camino que recorrió de su pueblo Tututepec a Los Angeles estuvo lleno de anécdotas, de temores, de premoniciones, de la presencia espiritual de un guía asignado por sus ancestros. Esas experiencias acompañadas de momentos ¨mágicos¨ las narra en primera persona en su primer libro titulado: Federico: One man´s remarkable journey from Tututepec to Los Angeles, publicado en inglés por The University of Arizona Press y Editado por Shelby Tisdale.
En este libro, el ahora famoso diseñador de joyas comparte con el lector su primer encuentro con la cantante Cher a quien le rechazó un primer cheque por dudar de su solvencia financiera para cubrirlo. ¨Yo lo que vi es a una mujer muy delgada de pelo largo vestida como Hippie.¨
También describe en detalle el riguroso escrutinio a que sometió a figuras famosas de Hollywood que insistían en pagarle con cheque la joyería que adquirían de su improvisada tienda. Sin saber de quienes se trataban les pedía su identificación, domicilio, número de teléfono y si la cantidad era muy elevada, número de placas.
El también filántropo deja testimonio de la ayuda incondicional que recibió de amigos para salir de México y radicar en Estados unidos, en especial de una mujer de la que se convirtió en su esposa años después. Ellen Belber.
La historia de Federico es la historia de un joven mixteco que se negó a renunciar a sus raíces indígenas, al contrario se inspiró en ellas para el diseño de joyas con clara influencia prehispánica, las cuales fueron adquiridas desde el principio por luminarias de Hollwyood y directores que las utilizaron en famosas películas como The Father´s Bride.
Federico sorprende al lector al describir el regalo que le dio a la ciudad que lo rechazó. Con una inversión superior al milón de dólares, junto con su esposa Ellen Belber consruyó el Museo Belber-Jiménez ubicado en el centro de Oaxaca, donde los niños indígenas aprenden sobre las culturas y tradiciones de sus ancestros. ¨El objetivo es que esos niños y niñas vean la grandeza de sus antepasados y se sientan orgullosos de sus raíces.¨ Afirma el también filántropo. .
Federico Jiménez, al compartir la historia de su vida en el libro One man’s remarkable journey from Tututepec to Los Angeles muestra la voluntad inquebrantable de un niño mixteco que a pesar de haber vivido en las peores condiciones, que sufrió golpes y rechazo de sus padres, que fue discriminado por una sociedad que lo consideraba inferior, no dejó de ser un optimista y se dedicó a desarrollar su arte que lo llevó a convertirse en ¨ El Artista de los Artistas¨ de Hollywood.
Entre la lista de luminarias que se convirtieron en sus clientes regulares figuran: Elizabeth Taylor, Ali McGraw, Catherine Deneuve, Cher, Bruce Springsteen, Woopi Goldberg, Natalie Wood y Robert Wagner, entre otros.