Se palpa en el ambiente, al menos el mediático, que Manchester Orchestra por fin están recibiendo la atención que merecen. Sea porque después de cinco discos (todos buenos) ya toca, por los elogios que les dedican otros artistas (Andy Hull aparecía como invitado en los últimos discos de Touché Amoré o Tigers Jaw), o por la curiosidad que despertó que parte de la banda colaborase el año pasado en el debut discográfico de Paris Jackson (sí, la hija mayor de Michael), este The Million Masks Of God podría ser el álbum con que por fin puedan cantar bingo.
Para quien se acerque a ellos por primera vez, su sexto trabajo es una buena puerta de entrada, pues en él encontramos todas sus virtudes y registros, mientras que quienes ya los hubieran venido siguiendo, percibirá una versión más expansiva de su sonido en algunos temas.
Abriendo con ‘Inaudible’ y esos majestuosos coros vocales al estilo de Fleet Foxes, Manchester Orchestra siguen con la tradición de sus últimos discos de empezar con un corte cocido a fuego lento.
La temperatura sube unos grados con ‘Angel Of Death’, en la que Andy Hull nos deleita con uno de esos estribillos que los hace tan especiales, y una instrumentación que alterna momentos de recogimiento con otros de pura épica.
La intensidad sigue aumentado en ‘Keel Timing’, que por su línea de bajo y ritmo andante recuerda a los Death Cab For Cutie de la última época, y en ‘Bed Head’, donde te deslizan por un tobogán retrofuturista, y aparece uno de esos puentes, justo antes del último estribillo, en los que Hull saca lo mejor de sí.
Pero a partir de la tensa y elegante ‘Annie’, el cuarteto de Atlanta da un giro en el guión y se decanta por sonoridades más acústicas, aunque sin perder algunos arrebatos de electricidad cósmica. Gracias a algunos arreglos de cuerda y sus armonías vocales consiguen momentos de gran belleza como ‘Telepath’, ‘Let It Storm’ o ‘Dinosaur’ que harán las delicias de quienes sigan a bandas como My Morning Jacket o The Avett Brothers.
Una vez más queda constancia que pocos grupos son capaces de crear atmósferas y melodías tan bonitas como las de ‘Obstacle’ o ‘Way Back’, en las que te sientes como si estuvieras flotando en el espacio, o la final ‘The Internet’, que empieza y acaba como un susurro, pero que el guitarrista Robert McDowell se encarga de romper con un inesperado solo.
En una época en los hábitos de consumo nos empujan a la inmediatez, es de agradecer que Manchester Orchestra sigan apostando por crear obras que merecen ser degustadas de principio a fin, como si no hubiera nada más importante en la vida que escuchar su música. Y es posible que, al menos durante un instante, sientas que no lo hay.
JORDI MEYA (cortesia de Rock Zone Magzine) www.rockzonemag.com